16 diciembre 2013

La realidad pura




     Rabioso, criticón, pesimista y escéptico, pero a la vez eternamente sincero y humilde. Parece que algún exagerado está tratando de describirme; pero no: el referente en esta ocasión es Pío Baroja, el narrador por excelencia de la literatura contemporánea española. Un hombre que con sus palabras se alza en contra de la egoísta, “petulante y chulapa” sociedad en la que se ve inmerso, pero que al mismo tiempo demuestra una infinita impotencia a cambiarla y la nostalgia que le provoca una España en decadencia.

     Es precisamente Baroja el que, por muy paradójico que resulte, pudiéramos considerar como el mejor realista de la literatura. No por sus largas descripciones –que en absoluto lo eran, aunque sí mostraban una gran elaboración–, sino por su intento, y logro también, de calcar con precisión, exactitud y un completo desengaño y realismo el ambiente social de finales del siglo XIX. En lo que a sus citadas descripciones respecta, es notable su preferencia por las frases cortas, lo que, personalmente, considero una técnica sin igual para mantener al lector entretenido en la prosa ágil en la que se sumerge.

     Además, su posición respecto a cualquier tema que le concierna es tajante y clara, sin rodeos, sin distracciones, directo a opinar y, por lo general, a cazar desprevenido a lo más criticable, y también a lo menos, lo que resulta de agradecer dada la “excesiva transparencia” de los intelectuales, periodistas y medios que hoy nos acompañan en nuestro día a día. Baroja, por el contrario, fue de los que no tenían pelos en la lengua, de aquellos pocos que, en contra de la tendencia del mundo, dejó las cosas claras y las expresó tal y cómo las creía.

     Después de haber leído y estudiado a Pío Baroja, creo sacar en claro que su personalidad, aunque para algunos hosca e intratable, lo hacen único para la literatura, ya que es él quien - recordándome a la actitud crítica de académicos actuales como Pérez Reverte, pero sin recurrir a improperios y palabras malsonantes, sino a un lenguaje pesimista, y a su vez sereno, cuidado y bello, y descubriendo su lado más humano y sincero - nos acerca a la realidad mostrando, del mundo, sus grandezas y defectos.


Paúl Moro Imaz, 2º Bachillerato


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