09 diciembre 2011

Lectura nocturna


     9’15 p.m. Baño, cena y cepillado de dientes completados. Una criatura de 4 años y su padre se dirigen al dormitorio infantil. El niño se muestra exultante ante el libro que lo espera sobre la cama. Su padre es otro cantar: una nueva jornada frenética lo ha dejado con más ganas de marcharse directo a dormir que de cualquier otra cosa, y arrastra su agotamiento por el pasillo en penumbra. “Hoy quiero éste”, dice la cría de la especie más voraz de los “devoralibros” de última generación. El padre mira al volumen como si se tratara de la caja de Pandora, y después pregunta implorante a su hijo: “¿Y si hoy leemos aquél de Peter Pan que tanto te gusta?”  “No; quiero éste”. Se puede decir más alto, pero difícilmente más claro …  Set y partido para el niño.

   
  Una vez metidos en la cama, el padre abre el libro con los ojos entreabiertos como si estuviese liberando a todos los males de la Humanidad … y es que NO HAY NI UNA PALABRA en todo el ejemplar: ante el adulto se extiende un océano de páginas repletas de dibujos sin la más mínima letra … y a él le corresponde poner voz y, sobre todo, imaginación a cada trazo, por no hablar de las respuestas que le exigirá su cachorro más de una y dos (y tres, y cuatro …) veces.

     A punto de comenzar, lo sorprende ya el primero de una larga serie bostezos que no le dejarán terminar en condiciones (una arriba, una abajo) la mitad de las frases.  Dándose ánimos para no morir en el intento, entona a la desesperada un “Yes, we can” por lo bajo, y acomete la primera página con cara de convencimiento a medias. Enternece la voluntad que le pone … más que nada porque en la tercera página lo devuelve a la realidad un “Sigue” pluscuamperfecto del imperativo de su hijo, y se da cuenta de que acaba de dormirse justo antes de la parte favorita del retoño… Imperdonable…     

     Para intentar salvarse del desastre, hace acopio de sus últimas fuerzas y echa mano de un triple salto mortal con tirabuzón y pirueta: ¡va a llenar de efectos especiales el final de la historia! Encuentra las palabras idóneas, sus gestos son más que creíbles, el tono de voz le sale perfecto … Implacable, su hijo lo lanza a los leones: “No es así. Lo has cambiado. A mí me gusta como siempre: como lo cuenta mamá”.


                    (Con muchísimo cariño, a todos los padres y madres que noche tras noche dedicáis a vuestros hijos un tiempo precioso de lectura  a pesar de vuestro cansancio y preocupaciones).


Un fuerte abrazo.

2 comentarios:

  1. HOla
    Soy una de esas madres que todas las noches leen una historia a sus hijos y lo mejor no es la historia en sí, sino la cara que ponen cuando la estás leyendo o si un dia cambias un poco la historia.
    Lo recomiendo ¡es una experiencia maravillosa!

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    1. Kaixo: Se aprende tanto con los cuentos...para los niños pequeños es un momento mágico, tienen la oportunidad de estar con el aita y la ama, de sentirlos cerca. Yo recuerdo cuando era pequeña los cuentos que me contaban mis padres inventados y que yo he contado a mis hijos...

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