26 noviembre 2011

Presencias necesarias

   "El verbo leer no soporta el imperativo. Aversión que comparte con otros verbos: el verbo "amar" ..., el verbo "soñar" ...

    Claro que siempre se puede intentar. Adelante: "¡Ámame!" "¡Sueña!" "¡Lee!"  "¡Lee! ¡Pero lee de una vez, te ordeno que leas, caramba!"


    - ¡Sube a tu cuarto y lee!

     ¿Resultado?
    Ninguno.
    Se ha dormido sobre el libro ". 

     Así da comienzo Daniel Pennac a su conocido libro Como una novela ...


    Si queremos hacer lectores, obligar a leer es el camino más corto para fracasar en nuestras aspiraciones ...


    En su lugar, se extiende ante nosotros un horizonte de gestos cotidianos más gratos tanto para el adulto que busca promover un gusto por la lectura como para el niño/adolescente que todavía no siente la necesidad de leer.

     Un adulto que lee, bien sean novelas, bien periódicos, o incluso etiquetas de productos alimenticios o de otro tipo en presencia de un niño que crece, suele despertar en éste una curiosidad que en más de un caso suscita la pregunta "¿Qué lees?". ¡Qué mejor ocasión para compartir nuestro amor por la lectura con ese niño (o no tan niño) totalmente dispuesto a escucharnos!

     Dejar a su alcance con total naturalidad lecturas en diferentes formatos para que sencillamente pase las páginas y mire, aunque todavía no sepa leer, impulsará una intuición que desarrollará con el tiempo: la existencia de diferentes tipos de textos.

    Crear una pequeña biblioteca con ejemplares que nuestros hijos podrán leer a medida que vayan creciendo, y acompañarlos en el camino, hace que la lectura esté presente en las diferentes etapas de la vida previas a la edad adulta y fundamentales en el desarrollo de la personalidad.

     Ir con nuestros hijos a la biblioteca, participar en las actividades propuestas y orientarlos para que puedan elegir los libros que ellos quieran es una forma verdaderamente interesante y amena de despertar el deseo de leer.

    Que nos vean pararnos ante una librería y leer los títulos de los ejemplares expuestos, entrar y curiosear por las estanterías, hojear los libros que atraigan nuestra atención, haciéndoles algún comentario al respecto, también puede fomentar el gusto por la lectura; todo ello si para entonces no se han ido ya a la sección de Literatura Infantil y Juvenil ...

     Leer con ellos, hablarles sobre lo que nos gusta a nosotros, estar cerca en sus lecturas, compartir parte de las nuestras, escucharles ...

      Más que cualquier magnífica campaña pasajera, y, sobre todo, infinitamente mejor que cualquier intento de obligación, lo que verdaderamente nos ayudará en nuestro afán por hacer de nuestros hijos unos lectores que en el futuro emprendan su propio camino es formar parte importante de todo lo relacionado con su desarrollo lector, y el colegio puede acompañarnos en este proceso.

Un abrazo.

2 comentarios:

  1. Vaya, Begoña, me has picado con el tema de la lectura libre u obligatoria. Lo siento, voy a meter un poco el dedo en la llaga de algunos que tal vez se echen las manos a la cabeza: ¿hay que obligar a leer a los niños y a los jóvenes? Sí, rotundamente sí.

    No podemos seguir lanzando proclamas mentirosas, irreales y fundamentalistas, no podemos llenar nuestro discurso de falacias incoherentes con nuestra práctica como docentes y como padres. No es educativo ni ético engañar a nuestros hijos y estudiantes haciéndoles creer lo que no es: en la lectura, como en cualquier otra actividad escolar y, por extensión, en cualquier otro aspecto de la vida, hay que aceptar que no todo es libertad ni juerga festivalera.

    La lectura requiere un enorme esfuerzo intelectual, motórico -¡caray, lo que cuesta estarse quietecito leyendo!-, emocional, psicológico... y, para más inri, no siempre se puede leer lo que uno quiere, cuando uno lo desea y con la intención que le sale de su concéntrico ombligo.

    ¿No estamos obligados a aguantar al vecino del 5º que toca el piano con la habilidad de un sapo? ¿No tenemos la obligación de pagar impuestos un año sí y otro también? ¿No debemos contenernos cuando se no dispara el velocímetro del coche... y de nuestra pasión vijera? ¿No hemos tenido que lenvantarnos esta `nevosa´ mañana de enero a pesar de que las mantas y edredones parecían empeñarse en engullirnos?

    Pues sí, queridas niñas, niños y maestros, a veces uno tiene que hacer cosas aunque no lo desee; a veces uno debe leer aunque el cuerpo le pida patinar, tocar la gaita o cantar un rap...

    Es decir, basta de llenarnos la boca con eso de `leer os hará soñar, ser más libres, mejores ciudadanos, vivir asombrosas aventuras...´. No, si no es que eso no se cierto, lo que pasa es que a la frase le faltan dos palabras: `a veces´. Vaya, que leer es fantástico A VECES, divertido A VECES, descacharrante A VECES, embriagador A VECES... Pero otras, muchas, MÁS QUE MUCHAS, es una lata, un ejercicio meramente pragmático, útil, obligatorio o `nohayquienselibre´.

    Como docente siempre me cuidé muy mucho de advertir a mis alumnos, al comienzo de cada curso, de lo siguiente: "Que quede claro que muchas veces tendréis que leer lo que YO quiera, porque YO lo indique, para lo que YO entienda que hay que hacerlo...".

    Pero, claro, tranquilos, no fui tan cenutrio de quedarme ahí, no, la idea se completaba de la manera siguiente: "Eso sí, me comprometo a que CADA DÍA haré posible DENTRO DEL HORARIO ESCOLAR de un rato de LECTURA LIBRE, en la que podréis leer lo que VOSOTROS queráis, para lo que VOSOTROS deseéis y después tendréis libertad de escoger el siguiente paso: no hacer nada más, compartir vuestra lectura con algún compañero, hacerlo con toda la clase, contármela solo a mí...".

    Creo que se me entiende, ¿verdad? Los docentes, como profesionales de la educación, tenemos la responsabilidad de contribuir al nacimiento y desarrollo del hábito lector de nuestros estudiantes y, no lo olvidemos, SOBRE TODO, a convertirles en LECTORES COMPETENTES. Y desde esa responsabilidad es desde la que la lectura, con determinadas intenciones y desde didácticas determinadas, puede ser OBLIGATORIA.

    Tranquilos, pondré la guinda que serene a los que ya andan subiéndose por las paredes etiquetándome de fascista-pedagógico: el hecho de que leer sea también obligatorio en el aula no signifca que sea percibido como algo negativo, impuesto o irrespetuoso por los niños y jóvenes quienes aceptarán está `obligación´ con naturalidad si la entiende formulada y puesta en práctica con el barniz del cariño, del deseo de ayudarles a convertirse en personas más capacitadas para ser ciudadanos libres y felices.

    Cuando mi padre me `obligaba´ a leer con él cuando este vasco cascarrabias era chiquito, a pesar de que no tenía precisamente ni habilidades docentes ni paciencia beatífica, yo lo aceptaba porque percibía -nítido- el amor que sentía por mí y su deseo de contagiarme -aunque fuera poco cálidamente- su pasión por la lectura.

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    1. Mi muy estimado Kepa:

      Mete el dedo en la llaga cuanto quieras, pues más de uno aprenderemos de ello :).

      Tanto "Lecturas compartidas (I y II)" como "Presencias necesarias" surgieron de la necesidad de equilibrar la obligatoriedad de una serie de lecturas exentas de toda posibilidad de elegir y que adolecían del poco o nulo acompañamiento dedicado a los chavales (tanto de padres como de profesores) en ese duro proceso de enfrentarse a algo de lo que se sienten muy lejanos y que, en muchos casos, no llegan a comprender.

      Como ejemplo, se me ocurre el caso de varios alumnos de Bachillerato a los que se les había obligado a leer el Quijote por su cuenta sin el más mínimo acompañamiento. Se podría aducir que se trataba de una versión adaptada. Sin embargo, las caras de fastidio ante la sola vista del libro eran elocuentes, y pienso que tanto esta obra como los alumnos se merecen unas sesiones preparadas con rigor y cariño para que los chavales lleguen a entender por qué se considera uno de los mejores clásicos de la Literatura. He de añadir que, como alumna, también sufrí la obligatoriedad no acompañada de leer esta magnífica novela de la que, admito sin rubor, ni tan siquiera llegué a leer la mitad de la primera parte. Fue ya de adulta cuando pude gozar de la obra completa cuando la leí por propia voluntad.

      Totalmente de acuerdo con que en la lectura no se puede esperar de ningún modo que todo sea "una juerga festivalera", del mismo modo que tampoco podemos hacerle el flaco favor de que los alumnos identifiquen automáticamente lectura escolar con rigidez, hastío, imposición y evaluación (por lo que conozco, no pocos la sienten así, y no solo aquellos con menor competencia lectora). En mi opinión, la clave está en ese difícil equilibrio entre libertad y obligatoriedad. Difícil, pero no imposible. En nuestro colegio, por ejemplo, en 4º de Secundaria seguimos el siguiente esquema (algunos lo considerarán acertado, otros no):

      1º trimestre: lectura de propia elección siguiendo las pautas de "Lecturas compartidas II" y lectura acompañada de tres leyendas de Bécquer ("El Monte de las Ánimas", "Rayo de Luna" y "Ojos Verdes").

      2º trimestre: lectura acompañada de fragmentos o de relatos de autores realistas. Como ejemplo, mencionaré "El indulto" de Emilia Pardo Bazán.

      3º trimestre: lectura individual de uno de los siguientes títulos (a elegir) y trabajo posterior: "La estepa infinita" de Esther Hautzig, "Theotocópuli: bajo la sombra del Greco" de Rosa Huertas, "Un grito de amor desde el centro del mundo" de Kyoichi Katayama y "La sonrisa etrusca" de José Luis Sampedro.

      También cabría mencionar los momentos de lectura descritos en "Lecturas compartidas I": http://plandelecturasumma.blogspot.com.es/2011/12/lecturas-compartidas.html.

      ¿Quiere todo esto decir que el esfuerzo es ajeno a la lectura y que esta actividad siempre será placentera? Para nada. Los posts mencionados aspiran a fomentar un gusto por la lectura, pero creo que no dan a entender (al menos no era esa la intención) que la lectura siempre es fácil y divertida.

      Me parece muy oportuno ese A VECES sobre el que insistes, y me parece magnífico ese rato de lectura libre diaria. Totalmente de acuerdo contigo y con Víctor Moreno cuando afirmáis que el cometido principal de los colegios en lo que a lectura se refiere es garantizar la competencia lectora de los niños y jóvenes. Y ello es perfectamente compatible con el fomento del gusto por la lectura. Pienso que la interrelación equilibrada y lúcida entre obligatoriedad y libertad puede garantizar tanto una necesaria competencia lectora como un no menos necesario gusto por la misma.

      Un abrazo bien fuerte.

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