Hace unos días, mientras escuchaba un programa de radio, una entrevista a
uno de los escritores actuales más significativos, Juan José Millás, me hizo prestar atención especial. Le
preguntaban al autor sobre la última novela que acababa de publicar (“La mujer
loca”) en la colección Biblioteca
Breve de Seix Barral. Entrevistadora y escritor fueron
desgranando algunos de los temas de la novela, comentando algo sobre los
personajes… El caso es que, cuando terminó la entrevista, me faltó tiempo para
salir en busca del libro, comprarlo y volverme rápidamente a mi casa a
devorarlo.
Por qué se produce de repente este enamoramiento a priori de una historia no lo sé, es un misterio. Con los libros, creo yo, pasa igual que con las personas: unas nos producen ganas de saber más sobre ellas y otras nos dejan completamente indiferentes, y a lo mejor resulta que las primeras, cuando las conocemos mejor, no eran tan interesantes y nos hemos perdido algo con las segundas.
Por qué se produce de repente este enamoramiento a priori de una historia no lo sé, es un misterio. Con los libros, creo yo, pasa igual que con las personas: unas nos producen ganas de saber más sobre ellas y otras nos dejan completamente indiferentes, y a lo mejor resulta que las primeras, cuando las conocemos mejor, no eran tan interesantes y nos hemos perdido algo con las segundas.
En este caso, por suerte, no ha sido así. La novela de Millás me atrapó
desde el primer capítulo en el que la palabra “pobrema”, cargada de pesadumbre
porque no se encuentra en ninguna parte, se le aparece a la protagonista,
Julia, en su habitación, y, después de un diálogo surrealista entre las dos, deciden que lo mejor es que Julia opere a la
palabra para darle un significado que ahora no tiene. La forma de operarla
invitando a “pobrema” a que se desnude y se tumbe en un folio en blanco para
posteriormente amputarle la sílaba “ma” y darle así existencia y significado
resulta todavía más delirante. El dilema que se le plantea a “pobrema” entre no significar y significar
algo tan poco atractivo como “carecer de recursos” (pobre), unido al miedo a que le
duela la amputación de la sílaba, se resuelve finalmente con anestesia y el
hecho de poder ocupar un lugar en el diccionario.
Después de esta operación (que tendrá una segunda parte - una
“desoperación” -), son muchas las palabras y frases que acuden a la habitación de
Julia para que las opere por distintas razones: porque no concuerdan (“Mi perro
está tuerta”) o porque se sienten extrañas (“Mi madre tiene alambres en los
párpados”) …
Todo lo comentado hasta aquí se
produce porque la protagonista tiene la paranoia de que la persiguen las palabras.
Entre otras cosas, se le aparecen
cuestiones gramaticales, lo cual resulta original y divertido, no tanto por la
ocurrencia en sí, sino por la forma desenfadada, ligera y sorprendente con la que Millás lleva a cabo
los diálogos (muchas veces tan
sorprendentes que lo que era sonrisa por parte del lector se transforma
en carcajada).
Además de divertirnos con esta lectura, nos encontramos ante una forma muy clara y sencilla de explicar conocimientos
lingüísticos que generalmente resultan poco atractivos y bastante áridos para
los alumnos… Es decir, esta novela puede servir como apoyo en clase de Lengua de la
misma manera que El mundo de Sofía ha hecho entrar en la Filosofía a algunos
alumnos… Así, conceptos como los planos del signo lingüístico, la diferencia
entre significado y referente, el verdadero valor de los sustantivos en la
oración y otros muchos son objeto de una divertida y didáctica explicación a
la que los que nos dedicamos a la enseñanza de las lenguas podemos recurrir con
la seguridad de que se trata de un material pedagógico muy valioso por su
capacidad para enseñar divirtiendo.
Por otra parte, esta novela plantea otra
serie de temas universales y trascendentes como la locura, el desdoblamiento entre realidad y apariencia, la
eutanasia, las relaciones humanas, el amor… de una forma aparentemente trivial y
desenfadada que hace que la lectura resulte, cuando menos, interesante y
atractiva.
En conclusión, estamos en mi opinión ante una novela del mejor Millás, irónico, sagaz, divertido, nada convencional y sorprendente que nos puede
entretener, divertir, hacer pensar y, a
algunos, hasta ayudar con las clases.
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