Rabioso,
criticón, pesimista y escéptico, pero a la vez eternamente sincero y humilde.
Parece que algún exagerado está tratando de describirme; pero no: el referente
en esta ocasión es Pío Baroja, el narrador por excelencia de la literatura
contemporánea española. Un hombre que con sus palabras se alza en contra de la
egoísta, “petulante y chulapa” sociedad en la que se ve inmerso, pero que al
mismo tiempo demuestra una infinita impotencia a cambiarla y la nostalgia que
le provoca una España en decadencia.
Es
precisamente Baroja el que, por muy paradójico que resulte, pudiéramos
considerar como el mejor realista de la literatura. No por sus largas
descripciones –que en absoluto lo eran, aunque sí mostraban una gran
elaboración–, sino por su intento, y logro también, de calcar con precisión,
exactitud y un completo desengaño y realismo el ambiente social de finales del
siglo XIX. En lo que a sus citadas descripciones respecta, es notable su
preferencia por las frases cortas, lo que, personalmente, considero una técnica
sin igual para mantener al lector entretenido en la prosa ágil en la que se sumerge.
Además, su
posición respecto a cualquier tema que le concierna es tajante y clara, sin
rodeos, sin distracciones, directo a opinar y, por lo general, a cazar
desprevenido a lo más criticable, y también a lo menos, lo que resulta de
agradecer dada la “excesiva transparencia” de los intelectuales, periodistas y
medios que hoy nos acompañan en nuestro día a día. Baroja, por el contrario,
fue de los que no tenían pelos en la lengua, de aquellos pocos que, en contra
de la tendencia del mundo, dejó las cosas claras y las expresó tal y cómo las
creía.
Después de
haber leído y estudiado a Pío Baroja, creo sacar en claro que su personalidad,
aunque para algunos hosca e intratable, lo hacen único para la literatura, ya
que es él quien - recordándome a la actitud crítica de académicos actuales como
Pérez Reverte, pero sin recurrir a improperios y palabras malsonantes, sino a
un lenguaje pesimista, y a su vez sereno, cuidado y bello, y descubriendo su
lado más humano y sincero - nos acerca a la realidad mostrando, del mundo, sus
grandezas y defectos.
Paúl Moro Imaz, 2º Bachillerato
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