La evaluación pasada leímos en clase la novela “El
árbol de la ciencia” de Pío Baroja, escritor de finales del siglo XIX y
principios del XX, famoso por la cantidad y calidad de su obra en prosa, al que
además nos unen nuestras raíces, ya que él también era donostiarra.
“El árbol de la ciencia” es la historia de una vida
desorientada, de un hombre llamado Andrés Hurtado, que busca en la Filosofía una brújula
que lo guíe en medio de una España socialmente atrasada en comparación con el
resto de Europa. La narración fluye como si de la corriente de un río se
tratara: hay momentos en los que la trama avanza con calma, desviándose hacia
historias secundarias, y momentos en los que los acontecimientos se precipitan
y el lector tiene la sensación de avanzar por unos rápidos a un ritmo
vertiginoso, frenético.
A mí la lectura del libro me deja con el sabor
agridulce de quien prueba algo que no ha comido antes y no sabría decir si le
gusta o no. Por un lado, el realismo del argumento, de los personajes, de la
narración, traslada al lector a la época y permite seguir el curso de los
hechos con amenidad, sin descripciones
barrocas ni grandes dificultades para la comprensión, lo cual es un
punto a favor del libro. Sin embargo, el
carácter abúlico, falto de voluntad del protagonista y la ausencia de acción en
prácticamente toda la novela generan una relajación a la hora de leer en mi
opinión excesiva. He echado de menos esa tensión, esas ganas de saber qué va a
suceder a continuación y que permiten (o al menos a mí me lo permiten)
engancharse a un libro.
En líneas generales, pienso que al libro le irían bien
una capa de acción y unas pocas pinceladas de tensión. De todos modos, me ha
encantado la manera de escribir de Baroja. Y sabiendo que son famosas sus
novelas de aventuras, voy a ver si puedo echarle el guante a alguna.
Ignacio Vera Aguinaga
2º Bachillerato
En la biblioteca del cole puedes encontrar las novelas de aventuras de Baroja que quieras, Ignacio. ¡Anímate!
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